sábado, 9 de septiembre de 2017

Envejecer: día 0

Dicen que empezamos a envejecer desde el mismo momento en el que nacemos. Supongo que será para que no nos hagamos demasiadas ilusiones. Un aviso de que lo bueno no dura para siempre, de que es efímero y caduco. Quizás es una advertencia para que no perdamos el tiempo con tonterías, amargándonos la existencia con nimiedades que arruinan un maravilloso día. 
Y tal vez sea verdad que el proceso de envejecer empieza ahí, en ese minuto menos uno. Sin embargo, en esa primera etapa de nuestra fugaz vida, preferimos llamarlo crecer. Luego viene la de madurar, que es una bonita forma de decir que la juventud empieza a quedar atrás. Algo así como un eufemismo, al fin y al cabo pues no es otra cosa que decir una cruda realidad de una forma más suave y decorosa.
Entonces, ¿cuándo empezamos realmente ese proceso al que todo ser humano teme? No sé si alguien podrá responder a esa pregunta. Es difícil determinarlo con exactitud, si no imposible. Tampoco es lo mismo hablar de envejecer física o biológicamente que psicológicamente. Hay personas que permanecen jóvenes hasta el día de su muerte, aunque su cara esté surcada de arrugas y sus músculos se nieguen por el esfuerzo y el cansancio de los años a sostenerles en pie. Son jóvenes de espíritu, son personas que no se rinden, determinadas a aprovechar hasta el último segundo del que dispongan para vivir. Respiran con cada aliento, viven con cada soplo que les queda, disfrutan cada segundo. ¿Tal vez es ese el secreto de la juventud?
Y, como suele ser habitual, buscar respuestas suscita nuevas preguntas. ¿Qué es ser joven para ti? ¿Puedes sentirte joven a cualquier edad? Tal vez dependa de distintos factores. Primero, no hay duda de que todo en esta vida es cuestión de actitud. Hay a quien la lluvia les deprime, mientras otros están deseando salir a chapotear con los charcos. La circunstancia es la misma pero la actitud es diametralmente opuesta. No obstante, algunos podrán poner como excusa que a todos la suerte no nos elige por igual, aunque estos no entienden que cada uno elige su camino con cada pequeña decisión aparentemente sin importancia. Porque el sufrimiento y la alegría están ahí cada día, pero depende de nosotros tener más de lo uno que de lo otro. No hay destino, hay elecciones. Si aún no crees en esto, entonces estás condenado a ser una víctima y un títere de las circunstancias.
Sobre el tema del envejecimiento hay cosas muy curiosas, dejando aparte los prejuicios. Una muy importante es el modo en el que cada cultura lo aborda. Algunas veneran a sus mayores, aprovechan su experiencia y su sabiduría, beben de ellas. Respetan a sus mayores y los convierten en el centro de su comunidad. Otras culturas, se empeñan en esquivarlos, arrinconarlos, barrerlos debajo de la alfombra porque les cuesta mucho mirarse en ese espejo que es un permanente recordatorio de que, como dice el refrán, allá llegarás y, si no, la vida te costará. Intentan negarse a sí mismos que envejecer es algo natural y son incapaces de asumir que también tiene sus ventajas, porque te libera de los complejos y te proporciona la oportunidad de decir justo lo que piensas sin que ya no te importe lo que los demás piensen de ti. Pero todo eso no es lo peor, lo peor es que esas culturas engendran personas que se sienten con el derecho a maltratarlos y a hacerles sentirse estúpidos e inútiles. Se olvidan de que, más pronto o más temprano, ocuparán su lugar. 
Pero basta ya de filosofía de mercadillo. Hoy es tu día 0, porque mañana no está garantizado para nadie. ¿Vas a desperdiciarlo dilucidando si aún eres joven? No lo hagas, no merece la pena. Simplemente disfruta. Ahora ya es pasado.